Monólogo de la esperanza
Hoy
aquí
en esta ciudad olvidada de dios
un dios con d minúscula
que no se hace presente.
Las canecas de la calle llenas
siempre llenas
cajas de cigarrillos
botellas de vidrio vacías, otras tantas a medio consumir
comida chatarra, cuánta miseria
pienso.
Al interior de este edificio
ciento cuarenta y nueve celdas blancas
de paredes blancas
tan quietas
absortas
me observan
esperando.
Es tan extraño
nos reencontramos cada tarde en esta habitación
perdidos
obnubilados por el vacío.
Doce y treinta de la mañana.
La finitud de la vida se cuela por entre las rejillas de la cocina
el ruido de las ambulancias
los llantos
los sueños perdidos
la existencia es tentación de atemporalidad.
Cruel fatiga nocturna se hace estómago que grita.
Estamos encerrados en un viejo suburbio de apartamentos de alquiler.
Tú
dormido
eso creo.
Junto a ti, la puerta de un corredor angosto.
Yo
aquí.
Después de beber treinta cervezas, cuatro vasos de Whiskey y una botella de Vodka de hace cinco años.
En la ventana miro hacia la séptima avenida
luces de carros como pequeños cometas terrestres
faroles a lo largo de la calle, y el resplandor del cielo antes de caer una tormenta eléctrica.
La luz del baño del vecino
todo quieto.
Tendríamos que salir juntos más seguido
¿no crees?
Ir al mar y adentrarnos en él sin mirar atrás.
Todo es silencio.
¿Te encuentras dormido?
Respiro y escucho el ruido pegajoso de la mañana en la gran ciudad.
Si estuvieras presente sabrías lo que quiero decir, y habrías leído las cartas que te he escrito casi a diario.
Ayer cambié las sábanas
elegí un color cálido
creí lo notarias, pero estuve equivocada.
Salgamos a caminar uno de estos días
por el laberíntico estrecho de la ciudad
observando algún atardecer inmundo lleno de muerte
con pájaros pululantes
revoloteando sobre nuestras cabezas sudorosas.
¿Qué te parece?
Mañana podríamos ir al mercado
traer frutas de colores y observarlas extasiados todo el día
luego
recostados sobre gruesos filamentos alfombristicos
nos miraríamos uno al otro por décadas, sin perder detalle.
Son las cuatro de la madrugada cariño
tengo los ojos rojos
estoy cansada y somnolienta.
Iré a dormir
ya no quiero hablarte más
estás tan callado últimamente.
Hoy al medio día es tu funeral y no he recogido tu vestido de la lavandería.
Calla amor mío.
Duerme.